El sistema de plataformas es lo que subyace a la idea del proyecto, el punto de partida. La presencia de éstas es perceptible desde el nivel superior de la terraza y desde el inferior del jardín. Las vistas, los cortes, los voladizos y los recorridos acentúan la horizontalidad. La composición geométrica y espacial, los materiales y la relación con el sitio evocan inevitablemente al Pabellón de Barcelona de Mies van der Rohe situado en la ladera opuesta de la misma colina.
Más después del salto…
El sitio, la colina de Montjuïc, y su ambigüedad de promontorio que da al mar, ha condicionado y al mismo tiempo evocado sugestiones que están presentes en el proyecto. Dos muros recogen el jardín: uno antiguo, construido casi como una muralla con la típica piedra del Montjuïc, y uno nuevo de pizarra que recubre el volumen del restaurante existente. Es íntimo, es tectónico, sólido por forma y materiales, pero al mismo tiempo en manera discreta abierto hacia el paisaje urbano. El bar al otro lado es liviano, diáfano, abierto completamente hacia la ciudad, transparente por formas y materiales, aunque con la presencia del voladizo que cumple función de brise-soléis, y la presencia del muro ciego que tiende hacia el jardín, llega a trasmitir protección y intimidad. Sobre la ambivalencia y la ambigüedad del lugar, de los materiales, de las sensaciones coge forma este proyecto.
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